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Me gusta beber. No acostumbro poner mucha atención a lo que bebo, tengo nociones de que me gustan los sabores ligeros y suelo pedir lo que ya conozco sin dedicarle mucho tiempo a la decisión. Además, el Valle me intimida un poco. Desde hace tiempo que no lo siento como una experiencia dirigida a mí o a los locales en general.

 

   Las ocasiones anteriores en que fui al Valle de Guadalupe fue acompañada de algún foráneo. Los puntos obligados: uno que otro restaurante reconocido o los mismos de siempre. Mi última visita fue diferente. Aprendí mucho sobre cerveza artesanal, tomé vino en lata y sentí que todavía había un espacio para mí y otros locales. Visité un par de lugares poco tradicionales y conocí a dos personajes jóvenes, relajados y lejos de poses, pero expertos y apasionados por lo que hacen.

 


Fernando Parra, de Corteza, quería contarlo todo acerca de cómo se produce la cerveza. Se sabe el proceso de principio a fin, con sus matices. Explicó cada paso, cada variante, cada ruta posible. Invitó a probar los ingredientes, a distinguir los aromas y a identificarlos después en el producto final. 

 

   Corteza aprovecha los espacios abiertos y la naturaleza de alrededor. Ofrece opciones para  estar en grupo o en espacios más íntimos, a la sombra de los árboles. El ambiente se siente pacífico y hay juegos para niños en el fondo. El Valle también puede vivirse de manera tranquila, con la sensación de una comida familiar, una reunión de amigos, una tarde en el rancho. Disfrutar del paisaje con una buena cerveza y botanas. 

 

   Comencé la degustación con Salvia Blonde, una cerveza ligera y refrescante, con un aroma suave y dulce. Desde el color supe que iba a ser mi favorita, pues no soy muy fanática de los sabores fuertes. De ahí pasé a Lotus IPA, con más reservas, pero gratamente sorprendida por su sabor, porque me encontré con una cerveza más amigable que una IPA tradicional, con un ligero sabor a caramelo. Por último, probé la Sauz Stout. Al principio me intimidó un poco su color, y aunque no es el estilo de cerveza que suelo tomar, disfruté probar algo nuevo y su sabor a café me pareció un buen cierre para la degustación.

 

Corteza Tap Room esta justo en la curva antes de entrar a San Antonio, ten cuidado a la salida. LINK DIRECCIONES.  


Vinos Plata es un espacio relajado. Todo en este lugar me habla de una experiencia distinta a la que he tenido en otros sitios del Valle. Desde el pequeño contenedor que alberga dos mesas sin adornos, observadas por el retrato del Mil Máscaras; pasando por el estéreo que descansa sobre una torre de barricas y en el que suena Cocaine Blues, de Escort; hasta Alpaca, las latas de vino espumoso que probamos con una mezcla de curiosidad y escepticismo. 

 

   Erick Plata parece tener prisa por dejar de responder preguntas y por avocarse a que se prueben sus vinos, lo verdaderamente importante. Le cuesta colgarse la etiqueta de experto, aunque lleve años en la producción local de vinos. El winemaker. “El que hace los vinos”. Recuerda, divertido, los encuentros con otros personajes de la industria, en los que dudan de su experiencia por verlo joven. Le preguntan por su papá. “¿No va a venir el Señor Plata?”. Se ríe. Pero eso no le preocupa. Disfruta lo que hace y hace lo que quiere. “En mi propio proyecto soy fiel a mis gustos. Es la versión depurada de todas las experiencias que he tenido en distintos lugares”, dice, orgulloso.

 

   En mi visita probé Plata .925, un tinto mezcla de tempranillo, grenache y syrah. Es un vino al que Eirck le tiene mucho cariño. Aunque el premium de la casa es Plata Pura, Erick cuenta que Plata .925 lo acompaña en más momentos. “Es un vino al que no debes darle toda la atención, pero que puede convertir un momento normal en algo que valga la pena”. También probé Alpaca, un vino blanco de las uvas sauvignon blanc y chardonnay, casi espumoso, en lata. Este vino fue el descubrimiento de la visita. Ligero, refrescante y un poco burbujeante. Es perfecto para llevar a la playa o a una reunión un poco más informal. 

Vinos Plata lo encuentras entrando por el primer semáforo de San Antonio camino a Vinisterra, a un lado de Vinos Cruz. LINK DIRECCIONES.  

Me fuí a mi casa con una botella de Granalla, un blanco compuesto de chardonnay y sauvignon blanc, y con ganas de probar el resto de la oferta de Vinos Plata y de Corteza, nuevos puntos obligados en una visita más relajada al Valle de Guadalupe.

 

   Nunca había tomado vino en lata y nunca había puesto tanta atención al probar una cerveza. Fernando y Erick me hicieron poner atención. Me mostraron los espacios en los que han puesto tanto tiempo y dedicación. Tanto amor por lo que hacen. Me sentí a gusto, sin prisas y sin presiones. Me contagiaron las ganas de saber más y beber más. Quiero volver.

Por: Carolina Zepeda para el 1er Taller de Redacción de Experiencias Gastronómicas.

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